El pasado domingo día 1 de abril, hubo elecciones presidenciales en Costa Rica, un bello y pequeño país centroamericano, todo un ejemplo de democracia y de estado social en medio de una región caracterizada por justamente todo lo contrario secularmente.
La inmensa mayoría de los ticos le dio la espalda en las urnas a un falso predicador, pseudoevangelista, demagogo, populista, reaccionario y misógino, Fabricio Alvarado, que con una campaña millonaria y sin partido real que lo sustentara aspiraba a gobernar el país, con unas propuestas de cambios legales que habrían hecho retroceder los derechos civiles y la democracia costarricense a muchos años atrás.
Pero los falsos predicadores están por todas partes; también en España, estos más bien vestidos de obispos católicos con discursos igualmente reaccionarios, misóginos y machistas, cuando no claramante fascistas, nostálgicos del régimen de la dictadura de Franco.
En ambos casos, la homofobia, los ataques a todo cuanto significa igualdad de géneros o libertades sexuales son común denominador, entre otras “perlas” soltadas por esas bocas sucias que invocan a dioses para mantener sus privilegios de casta.
Me decía con gran acierto una amiga tica, pastora de una importante iglesia evangélica, que daba gracias a su dios por haber evitado el triunfo electoral de ese sujeto en Costa Rica, porque además de ser un reaccionario, era un falso predicador y que usaba burdamente la confusión entre confesionalismo, religión, iglesia y política.
Osea, lo mismo que en España muchos llevamos años denunciando respecto de la inmensa mayoría de la jerarquía católica….
Y en Gandia, mientras tanto, el abad de la colegiata local, un tal Saneugenio, soltando bobadas por la boca en plan fachoso, mientras a su lado la alcaldesa “socialista” le reía las gracias en las fotos de la semana santa; esta chica, con tal de figurar lo mismo le vale una procesión que un desfile fallero; en fin, muy de izquierdas ella…
Y seguimos, año tras año, en este largo tardofranquismo “pepero” viendo a los legionarios, guardias civiles y policías desfilando tal cual en actos confesionales católicos, incumpliendo principios básicos y elementales de un estado democrático, aconfesional europeo, como si sólo sirvieran a los ciudadanos que son de esa religión; el resto de ciudadanos de otras iglesias, agnósticos o ateos como yo, a aguantarnos con el espectáculo de la España “cañí” y a seguir pensando en lo íntimo aquello de…”señor, que largo se me está haciendo el franquismo, con estos falsos predicadores”.
Amén.
*César Jara es periodista y escritor.
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