EN LA TORMENTA Y EN LOS DÍAS DE SOL…por Katia Bañuls

Me decía hace tiempo una persona cercana que en la vida es difícil encontrarse con ese tipo de gente que te amaría a pesar de todo, bajo todas las circunstancias imaginables, puesto que vivimos por y para nosotros mismos.

 

 

Poco habitual, no cabe duda, es encontrar un jefe que valore tus esfuerzos, un amigo incondicional que te apoye sin hacer preguntas indiscretas, una pareja que no te corte las alas en algún momento, y un sueño que no se quedó en el tintero y que una mañana recuerdas en una charla de amigos y que ya consideras demasiado tarde para poner en marcha.

 

En los últimos tiempos, muchas personas conocidas han vivido situaciones complicadas, diría que se han quedado al límite de sus fuerzas, y es , en ese preciso instante, cuando descubres quién está y quién solamente estaba pintado en la pared.

 

Siempre que a uno le va bien, por más agradable que resulte que le digan lo cuidadosamente que hace las cosas, se suele pensar que los cumplidos son regalos para los oídos, enfermos de tanta crítica.

 

Y cuando la vida te pone en la tesitura de tener que afrontar dificultades, o lo que es peor, te pone al borde del precipicio, y a ver cuánto peso aguantas sin caerte, recuerdas que tienes un millón de amigos en Facebook y el resto de redes sociales del mismo tipo, y tiras mando de tu agenda virtual y descubres la fría realidad.

 

Internet no es más que un cuento de hadas, en que todos somos muy populares, pero que a la hora de la verdad, tienes poca o ninguna relación con la mayoría de contactos, y cuando uno se da cuenta de que no tiene de dónde tirar, te desmoronas y ves la realidad, negra en mayúsculas.

 

Y el tiempo, que es tan sabio y que trae tantos aprendizajes consigo, se convierte en el peor enemigo de ese tipo de personas que, en un instante de desesperación, escogieron vivir bien por encima de luchar por sus sueños, que parecían infantiles e irrisorios.

 

Me gusta la gente que tiene la capacidad de hacerte ver que todo es posible, que lo difícil no lo es tanto si uno piensa que en verdad es sencillo, aquel ser humano que mira el vaso, y en lugar de encontrarlo medio vacío, siempre lo encuentra medio lleno.

Ese tipo de personas enriquecen la vida de uno, le dan el empujón que necesita en los momentos de debilidad, de flaqueza, y están, tenlo por seguro, si has tenido la suerte de rodearte de ellos, en lo bueno y en lo malo, llueve, truene o haga el sol más radiante.

 

Muchas veces, nos conformamos con relaciones vacías, que nos hacen reír en un momento de tristeza, que nos dicen lo que queremos escuchar o nos invitan a ese lugar que siempre quisimos conocer, y piensas entonces, en un ejercicio de desconexión con la verdad, que eres afortunado/a de tener tanto lienzo en que pintar, pero que llegue la tormenta, a ver quién la resiste a tu lado.

 

Soy de las personas que intenta llevar el paraguas siempre encima para que mi gente no sienta la lluvia en su cuerpo, que si te hiela demasiado, la enfermedad está asegurada, aunque sea emocional, y nadie soporta estar enfermo demasiado tiempo.

 

Sería maravilloso si todos pensáramos así y lo pusiéramos a funcionar, como el mecanismo de un reloj, pero es utópico, así que simplemente reduciré el contenido de estas líneas diciendo que espero que quién las lea, sienta que en algún instante consiguió mejorar la vida de los demás, aunque fuera por un minuto.

 

¡Y es que, un simple minuto en la vida de una persona, bien puede valer toda una vida entera!

 

Katia Bañuls es Psicóloga – Exclusivo para Safor Press

 

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