La amenaza de las bacterias resistentes: cuando una simple ampolla en el pie puede ser mortal

Las superbacterias inmunes a los antibióticos podrían convertirse en una causa de muerte más común que el cáncer en 2050
El abuso de antibióticos en medicina, ganadería o agricultura es la principal causa de este problema, pero no la única.

 

Durante el verano de 1924, mientras jugaba al tenis en una de las pistas de la Casa Blanca, el hijo menor de Calvin Coolidge, el entonces presidente de Estados Unidos, se produjo una infección que hoy podría ser considerada como leve. Hay dos versiones diferentes de los hechos. La primera cuenta que se resbaló y su pierna rozó con el suelo, mientras que la segunda narra cómo, al estar sin calcetines, desarrolló una ampolla en el pie. Cualquiera de las dos podría ser cierta, aunque lo realmente importante de la historia es que aquella lesión derivó en una sepsis que terminó con la vida de aquel joven de 16 años, a pesar de los esfuerzos por salvarle de los que seguramente eran algunos de los mejores médicos de la época. Partían con una desventaja importante: aún faltaban cuatro años para que Fleming descubriese la penilicilina.

El microorganismo que mató al hijo del presidente Coolidge fue Staphylococcus aureus, una bacteria relativamente común, que a nivel epidérmico únicamente causa irritaciones e infecciones menores. Sin embargo, en el torrente sanguíneo, este estafilococo puede provocar sepsis, que afecta a los órganos principales y es potencialmente fatal. Actualmente, nadie o casi nadie muere por una simple rozadura, ya que el uso de antibióticos limita mucho los efectos nocivos de este y otros patógenos similares. Pero esta historia sirve a los microbiólogos para ilustrar el futuro no muy lejano al que el ser humano puede volver a enfrentarse si no consigue frenar el problema de las bacterias resistentes.

«Podemos llegar a ese escenario previo a la penilicilina. Al ritmo que vamos, aún nos quedan algunas décadas, pero es posible que lleguemos», asegura a RTVE.es José Ramos Vivas, profesor de Microbiología en la Universidad Europea del Atlántico, quien opina que los antibióticos «han funcionado tan bien durante tantas décadas, que los hemos utilizado demasiado, muchas veces a lo loco».

La resistencia a los antibióticos es un problema de salud pública que ya provoca unos 3.500 fallecimientos diarios en todo el mundo. Y la pesadilla no ha hecho más que comenzar. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2050 podría convertirse en una causa de muerte más común que el cáncer, con 10 millones de muertes anuales.

Abuso de antibióticos, la principal causa
Los antibióticos -igual que antivirales, antifúngicos y antiparasitarios- son medicamentos ampliamente utilizados para prevenir y tratar infecciones en los seres humanos, la ganadería, la acuicultura y la agricultura. La resistencia ocurre cuando los patógenos mutan y desarrollan defensas ante los tratamientos, por lo que los fármacos pierden eficacia, y podrían no servir ni siquiera para tratar infecciones leves. El abuso de antibióticos es la principal causa, pero no es la única, ya que hay una larga lista de presiones ambientales que pueden favorecer la supervivencia de las bacterias, como la contaminación, el calentamiento de la atmósfera, los nuevos estilos de vida, la globalización…

Hasta ahora, el principal foco de bacterias resistentes o superbacterias se ha localizado en hospitales, y son infecciones conocidas como nosocomiales. Aunque, como describe la microbióloga María del Mar Tomás, cada vez es más frecuente encontrar estos micoorganismos fuera de ámbitos sanitarios, como por ejemplo en el caso de las enfermedades de transmisión sexual y el gonococo; o el neumococo presente en las neumonías de la comunidad. «Empieza a haber un salto y estas bacterias resistentes a los antibióticos ya no solo se localizan en los hospitales, sino también fuera; aunque las más peligrosas son aquellas que afectan especialmente al paciente inmunodeprimido», declara a RTVE.es esta especialista, que desarrolla su trabajo en el Hospital A Coruña y también en el Instituto de Investigación Biomédica (INIBIC).

Tomás explica que «nos estamos quedando sin antibiótico», y que para intentar paliar este problema, desde el ámbito científico, hay actualmente tres grandes líneas de investigación: «La tendencia es intentar hacer sinergias entre los antibióticos existentes; o abrir nuevas vías como virus que infectan las bacterias, los fagos, en combinación con antibióticos; o desarrollar líneas moleculares innovadoras, siempre en combinación con antibióticos».

Sin embargo, esta científica, que también es portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), recalca que a pesar de todo «no se están diseñando nuevos antibióticos», por lo que es «fundamental» que se invierta en investigación «para encontrar mecanismos que nos permitan innovar y diseñar nuevos tratamientos».

Pero si la investigación es fundamental en esta carrera contrarreloj contra el fortalecimiento de las bacterias, existe un inconveniente añadido: la falta de interés por parte de los grandes laboratorios. «No hay incentivos para que las farmacéuticas inviertan en nuevos medicamentos, porque como no les es rentable, se dedican a investigar otras cosas», expone José Ramos Vivas, y por este motivo pide a las autoridades que desarrollen «una legislación más favorable para que las empresas farmacéuticas investiguen nuevos antibióticos».

«Las farmacéuticas están apostando por tratamientos de enfermedades crónicas, ya que saben que no van a aparecer resistencias y hay que tomarlos durante muchos años», argumenta este microbiólogo, quien subraya que «antes, llevaba años el que aparecieran en los hospitales cepas resistentes; pero actualmente, de un año para otro te pueden aparecer resistencias hasta a antibióticos nuevos que acaban de salir al mercado».

Ganadería, acuicultura y agricultura
Ramos Vivas coincide en asegurar que en la actualidad las superbacterias se concentran sobre todo en hospitales, aunque cada vez están más presentes en otros ámbitos. «Fuera, el siguiente problema que tendríamos sería la generación de bacterias resistentes en granjas de animales para alimentación humana. También es muy grave el problema en acuicultura, y está infravalorado, porque ahí sí que prácticamente no existe control sobre las cantidades de antibióticos que se añaden al agua. Y luego en agricultura, puesto que también se utilizan un montón de antibióticos para combatir los patógenos de plantas», manifiesta.

Este divulgador científico considera que habría que abordar un problema tan complejo desde una perspectiva múltiple: «Primero, es fundamental que las empresas farmacéuticas recuperen programas de I+D en la búsqueda de nuevos antibióticos. Luego, hay que fomentar la investigación básica para que las técnicas que rodean a la administración de antibióticos en los hospitales avancen mucho más. Por ejemplo, que haya un diagnóstico más rápido, y se identifique precozmente el patógeno que está causando la enfermedad», lo que evitaría la administración de antibióticos de amplio espectro, o incluso su administración ante infecciones de origen vírico. En los compases iniciales, cuando no se sabe cuál es el patógeno exacto que está causando la enfermedad al paciente, se le suele ofrecer un tratamiento antibiótico preventivo de manera indiscriminada, ya que así las probabilidades de éxito son mayores.

«También hay que invertir mucho más en la generación de vacunas contra bacterias, porque la mayoría de las vacunas que tenemos son contra virus. E igualmente es muy importante la educación social. Aproximadamente la mitad de la población europea no sabe utilizar bien los antibióticos, por lo que hay que hacer muchas campañas para que esto cale», continúa desarrollando, al mismo tiempo que subraya que «los antibióticos que se utilizan en ganadería, acuicultura y agricultura seguro que se podrían reducir en cantidades industriales, y no se está haciendo». «Hay muchos frentes desde los que atacar el problema», resume.

«Los antibióticos son los medicamentos más importantes que tenemos, y deberíamos conocerlos al dedillo y saber cómo funcionan, cuándo tenemos que tomarlos y cuándo no tenemos que tomarlos», recomienda este microbiólogo.

 

Fuente: RTVE

Safor Press

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