Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo: «Seguimos celebrando la vida con la conquista de la verdad»

Tan solo seis días después de la última restitución, la activista ha presentado a Juan José, el nieto encontrado número 132 e hijo de una mujer secuestrada en mayo de 1976.

Estela de Carlotto, presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, ha entrado en la Casa por la Identidad –situada en Buenos Aires– con una sonrisa que no le cabía en el rostro para anunciar que habían encontrado al nieto 132, exactamente seis días después del hallazgo del nieto 131. Esta sonrisa muestra la lucha de la asociación que busca justicia para encontrar y devolver a sus familias a todos los niños que fueron robados por la dictadura argentina.

«Van a ver su imagen porque quiere que lo conozcan», avisa la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Todas las miradas se posan en la pantalla para divisar los rasgos de Juan José Morales, que desde Tucumán sonreía y exhibía una foto de su madre, Mercedes del Valle Morales, secuestrada el 20 de mayo de 1976, asesinada y enterrada en una fosa clandestina.

Thank you for watching

«Cerramos un 2022 con más verdad», ha arrancado Estela. A su derecha está su hija Claudia Carlotto, titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). A su izquierda, se acomoda la Abuela Buscarita Roa. En una esquina se encuentra Abel Madariaga, histórico secretario de la organización. En la otra, se sienta el fiscal Pablo Parenti, titular de la Unidad especializada para casos de apropiación durante el terrorismo de Estado.

El argentino Javier Matias Darroux (d), de 41 años, y Estela de Carlotto (i), presidenta de Abuelas Plaza de Mayo, ofrecen una rueda de prensa este jueves, en Buenos Aires (Argentina). Darroux es el «nieto 130» robado por la dictadura argentina (1976-1983

En el centro de la mesa se encuentra Horacio Pietragalla Corti, que estuvo en la misma situación de Juan José unos años atrás cuando se comunicó que había restituido su identidad. Ahora, con esa experiencia y con el cargo de secretario de Derechos Humanos de la Nación, fue él quien intentó hacer de enlace en la comunicación con Juan José, pese a que la tecnología hizo las cosas difíciles.

«Quisiera transmitir mi agradecimiento a Abuelas de Plaza de Mayo y al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que me posibilitó reencontrarme con los restos de mi mamá y darle sepultura», se le escucha decir a Juan José. En la sala, todo es emoción. Los nietos y las nietas cargan carteles que gritan: «Bienvenido Nieto 132». Las palmas se baten con fuerza con la esperanza de que ese abrazo en forma de aplauso viaje los más de 1.200 kilómetros que separan Buenos Aires de San Miguel de Tucumán para envolver al hombre de 47 años que finalmente está conociendo su verdadera identidad.

La celebración se puede sentir más allá del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex-ESMA), donde se hecho el anuncio. La vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, festeja: «¡Las Abuelas lo hicieron de nuevo! Gran alegría por la restitución de la identidad de otro argentino, el nieto 132». El presidente de Argentina, Alberto Fernández, también ha felicitado a la organización que lidera Carlotto: «La restitución de la identidad de cada uno de ellos nos genera una profunda emoción y alegría. Gracias por esta lucha incansable, queridas Abuelas».

Historias de la búsqueda
Mercedes del Valle Morales tenía 21 años y un hijo de diez meses cuando la secuestraron el 20 de mayo de 1976 en la localidad de Monteros, Tucumán. Era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Junto con ella, se llevaron ese día a su padre, José Ramón Morales, y a su madre, Toribia Romero de Morales. Cuatro días después secuestraron a sus tres hermanos: José Silvano, Juan Ceferino y Julio César Morales.

El bebé quedó con sus documentos y terminó en poder del dueño de una finca en la que trabajaba Mercedes del Valle Morales. En 1981, este hombre fraguó una adopción, según informó el Ministerio Público Fiscal. Lo hizo amparándose en la Ley de Adopción de 1971 –es decir, adoptada durante la dictadura de la Revolución Argentina– que facultaba a un juez a no citar a los progenitores de un niño o niña si era abandonado, por ejemplo, en la vía pública, algo que está claro que no ocurrió con Juan José–.

Cuando fallecieron sus padres, sus hermanos adoptivos le dijeron que no era hijo biológico de quienes le criaron y le entregaron un documento en el que figuraba el nombre de su madre. Esa revelación sumada a las sospechas que había acumulado durante años hicieron que empezara su búsqueda, acercándose en 2004 a Abuelas y a la Conadi a través del nodo Tucumán de la Red por el Derecho a la Identidad.

Cuatro años después, el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) informó que su muestra era compatible con la de sus tíos maternos. Parte del camino ya estaba allanado. Juan José aportó su sangre y ésta sirvió para que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificara los restos de su madre, que había sido enterrada en una fosa clandestina en el Cementerio del Norte.

Sin embargo, persistían las dudas. Le había llegado una versión que indicaba que el hombre que lo anotó como propio podría ser su padre biológico. En 2018, Juan José se presentó para hacer la denuncia ante el Ministerio Público Fiscal de Tucumán. Allá llevó su caso la Oficina de la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad, que conduce Pablo Camuña. El pasado 27 de septiembre se exhumaron los restos del apropiador y este miércoles se ha confirmado que no tenía vínculo biológico con él. Ahora la búsqueda de Juan José será por encontrar a su padre.

«No solo él fue sustraído, toda su familia fue asesinada», indica Estela. «Lo están mirando desde el cielo, que sepan que nosotros estamos aquí y que lo vamos a acompañar. Sus abuelos, desde el cielo, le dieron esta oportunidad de saber quién es», ha concluido.

Un año inimaginable
«Un aplauso», reclama el secretario de Derechos Humanos cada vez que se logra entablar comunicación con Juan José, que sigue la conferencia junto con su compañera, Ana, y rodeado de fotos de su mamá. «En este caso se comprueba la responsabilidad civil porque la madre trabajaba para quien lo apropió», expresa Pietragalla Corti. «Muchos trabajadores y trabajadoras fueron perseguidos».

Cuando el clima se ha distendido, ha habido lugar para una confesión del funcionario. Relata que estaba preocupado porque durante su gestión no había podido estar en una conferencia para anunciar una restitución –hasta la semana pasada–. «Más siendo un nieto recuperado», apunta Estela y él asiente. «Estamos cerrando un año inimaginable» se apura a decir Pietragalla Corti.

«Seguimos celebrando la vida con la alegría que nos da la conquista de la verdad. Por un 2023 con más encuentros, con más verdades e identidades», pide la presidenta de Abuelas en una especie de brindis compartido por todos quienes buscan verdad y justicia.

Como si la música pudiera exorcizar la época de pocos abrazos, desde el público pieza a sonar el himno mundialista de la calle, «Abuela la la la la», mientras Estela agita los brazos y vuelve a mostrar una sonrisa que no cabe en su rostro.

 

Fuente: Página 12

Foto: Agustín Marcarián- Reuters

Safor Press

Periódico Digital plural, libre. Defensor de los derechos humanos y fundamentales. Director: Ricardo Sánchez

También te puede interesar

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies